Artículo para Gkillcity.com, junio 2012
Es regordeta y pequeña. Lleva el cabello corto, las uñas pintadas y corre hacia la puerta de embarque para no perder el avión. Su hijo corre detrás de ella. Cada uno lleva una maleta de mano. Digamos que se llama Rosa. Vive en España hace trece años. Tiene dos hijas de 23 y 26 años de su primer matrimonio, y un nieto. Por segunda vez, se casó con un español y tuvo dos hijos más, uno de nueve, Richard, quien le acompaña en su viaje, y una de siete, que se quedó en España con el papá. “Yo solo de visita voy a Ecuador” me cuenta Rosa con su acento español, mientras esperamos la conexión a Quito desde Panamá. “Me fui porque allá las cosas estaban mejor, pero ahora ya no tanto, lo bueno para mi es que me casé con un español y por eso pude llevar a mis hijas a vivir conmigo, pero no se enseñaron y se regresaron a Ecuador… Lo malo es que por la crisis ya no puedo mandar tanta plata como antes… Antes les dejaba unos 500 o 600 euros cada mes, ahora si acaso les mando unos cien cada dos meses”.
José, guayaquileño de 42 años llegó a Italia en 2004. Su primo que vivía en España, lo ayudo a conseguir un trabajo con mejor sueldo y llegó a Barcelona en 2006. Ahí compartía un piso de dos habitaciones con cinco personas más, entre colombianos, peruanos y ecuatorianos. Hace dos años perdió su trabajo y no ha podido encontrar otro. Hace seis meses decidió regresar a Ecuador. Vuelve con pocos enseres y 2500 euros que pudo ahorrar. “Joder, es que estoy peor de lo que me fui”, dice con una voz que apenas se le escucha, “yo vine a España porque aquí se ganaba mejor, ahora Ecuador está mejor que España”.
Antonio es ibarreño. Vive en Madrid hace trece años. Tenía un título universitario, pudo trabajar en distintas empresas, compró un piso en Sevilla. Mandó a traer a su esposa y sus dos hijos que en ese entonces tenían nueve y once años. Su esposa consiguió un trabajo como asistente de una empresa. Con la crisis, marido y mujer perdieron sus empleos y poco después, perdieron también su casa. “Menos mal con una platita pudimos comprar un terreno en Cayambe y poco a poco mandamos plata para tener una casita. Aún no está terminada, pero ya es algo”. La esposa y la hija mayor están ya en Ecuador. El hijo menor no quiere regresar, “él dice que ya tiene su vida acá, que en Ecuador no conoce nada, aquí tiene sus amigos, su novia… Es el único que tiene un trabajo de la familia, pero gana poco, no podemos quedarnos más”.
Patossa, patossa.com |
Esas son algunas de las miles de historias parecidas que se repiten en el Aeropuerto de Barajas: compatriotas que salieron del país en plena crisis bancaria y que llegaron a España como mano de obra barata. Ahí consiguieron trabajo, recomenzaron sus vidas, llevaron a sus familias, algunos lograron comprar sus casas… Y hoy, regresan a Ecuador. Algunos con más, otros con menos, pero en general, llenos de decepción y golpeados por la crisis económica que ataca al continente europeo y que tiene impacto en toda América Latina.
“Los más de 400.000 ecuatorianos que residen legalmente en España suponen la mayor colonia latinoamericana en el país; la segunda de extranjeros después de los marroquíes. De acuerdo con los datos del Banco Mundial, en 2008, la cantidad de remesas enviadas a Ecuador disminuyó un 10% respecto a 2007. Más aún, es el segundo país dependiente de las remesas de España, concretamente un 4% del producto interior bruto (PIB), sólo por detrás de Bolivia (las remesas que llegaron de España en 2007 representaron un 10% del PIB)” según una publicación de Diario El País en junio 2012.
España, que hasta hace pocos años era una de las potencias económicas mundiales, es hoy en día un país con 24% de su población en el paro (seis millones de personas), al borde de un rescate por parte de la Unión Europea para sanear la banca y con un pesimismo generalizado entre los españoles. En el barómetro de febrero pasado del Centro de Investigaciones, el porcentaje de españoles que consideran “mala o muy mala” la crisis, llega a un 89%, cumpliendo así un récord histórico. Esto se ve reflejado en todo: las conversaciones entre la gente, la política económica que pretende aplicar el Partido Popular, vencedor de las últimas elecciones a fines de 2011 y el fin de las remesas de los migrantes.
La sensación generada en los inmigrantes es que España les ha dado la espalda frente a la crisis a pesar de que ellos han sido una fuerza laboral importante, sobre todo para trabajos que los españoles no querían hacer: cuidadores de ancianos, personas de limpieza, albañiles, guardias de seguridad, entre otros. Hoy en día, ellos dicen sentirse rechazados, pues son los primeros que han pagado la crisis, los primeros en ser despedidos de los empleos - la tasa de desempleo por ejemplo, puede aumentar hasta diez puntos en el caso de los extranjeros con respecto a los españoles - o en ser detenidos en las calles para requerir sus papeles, pues esa ya es una escena común en el metro de Madrid, en los locutorios, en las calles concurridas e incluso en las entradas de comedores o albergues sociales, donde los extranjeros son los primeros en acudir. A pesar de que varias organizaciones de defensa de los derechos de los inmigrantes han denunciado, la situación persiste.
Sin embargo también son los más ocurrentes para encontrar salidas a la crisis: varias familias se reúnen para comprar los productos a mercados mayoristas y ahorrar hasta el 50% en los precios o generan asociaciones de ahorro mensual, cuyo monto final es repartido a la familia más necesitada de todas las que contribuyen. Ellos dicen que conocen la crisis, muchos de ellos las han vivido en sus países y hoy la tienen que afrontar en España: “los españoles exageran; es verdad que hay crisis, pero ellos se quejan en lugar de buscar soluciones”, dice Eduardo, un colombiano que junto a varios ecuatorianos se han dado modos para sobrellevar los problemas económicos. “Mi familia en Colombia me pregunta cómo está la cosa acá, y es cierto que ya no es igual que antes, es difícil, pero ni más ni menos de lo que nos ha tocado a muchos latinoamericanos en nuestros países, pero nosotros tenemos empuje para el trabajo, somos creativos, aquí solo se quejan”.
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¿Y los españoles qué opinan? Mientras estoy en el metro de Madrid, escucho una conversación entre dos españolas. La una se queja del paro, la otra culpa a los extranjeros. Dice que ellos han quebrado al país por llevarse el dinero fuera. La otra asiente sin saber mucho qué decir. Las dos son de mediana edad, una de ellas tiene uniforme de enfermera.
Más tarde, mientras hago cualquier otra cosa, la televisión prendida, me llama la atención de repente una joven española que dice con total desparpajo que los latinoamericanos deberíamos pagar la crisis con nuestras obras de arte, el oro de las iglesias y demás, pues según ella, fueron los españoles los que construyeron, pintaron, moldearon todas esas obras. Se le olvida decir que el oro era nuestro. Para ella es lógico, que paguemos su crisis. Menciona la palabra solidaridad. Me sorprende la soltura con la que suelta semejantes afirmaciones.
Otro día, en el tren Madrid-Salamanca, un joven médico habla airadamente con su compañero de viaje, quien al parecer sugirió que los inmigrantes no tienen los mismos derechos que un español. El joven se indigna, se pone colorado y lo trata de cabrón, asegurando que los inmigrantes han contribuido tanto o más al desarrollo del país que cualquier madrileño o salmantino.
Sofía, una estudiante de arquitectura con la que termino conversando en el metro, me dice que ahora “América está mejor que España, joder que estamos muy mal aquí, pero es que los políticos se han cagado en todo”. Y no es la primera persona que me dice que América en general y Ecuador en particular, están hoy mejor que España. Y eso se respalda en cifras. Varias empresas de cazatalentos españolas, aseguran que el casi el 70% de los españoles consideran viable la opción de migrar a América Latina, pues consideran que la situación económica es mucho mejor que en Europa. Sofía ríe cuando le comento esto y me dice: “Pues bueno, la situación da la vuelta. Antes veníais vosotros, hoy vamos nosotros, a ver si allá tratan tan mal a los españoles como hemos tratado aquí a los americanos”.