lunes, 11 de mayo de 2015

La dictadura del corazón



La nueva joya propagandística del régimen apareció en redes y creó revuelo. Hablan de dictadura, del corazón, del cambio, del amor. Sí, la palabra dictadura se usa en la misma frase que la palabra corazón. Oximorón que le llaman.



El spot inicia con un fragmento del discurso de Daniela Armijo, “la estudiante que hizo llorar a Rafael Correa", en la inauguración de Yachay, “Ciudad del Conocimiento” en abril de 2014. La voz quebrada de la emocionada y cándida joven se mezcla con imágenes de indígenas, pescadores y transeúntes; habla del pasado y del cambio, de cómo ahora los marginados son solamente un recuerdo, de las oportunidades de las nuevas generaciones… Aparece de repente ella, la que hizo llorar al líder, se escuchan aplausos de fondo, aparecen otra vez rostros indígenas, mestizos, mulatos, y de repente empieza una melodía de fondo, que se abre con la imagen de – por supuesto – una carretera. 




Escuchamos entonces el jingle en voz femenina: “Si esto es una dictadura nos estuvieron engañando, hasta hace poco yo creía que un dictador era un tirano”. “Y lo que veo en las calles es un país que está cambiando”, continúa una voz masculina. Sigue el spot con una serie de imágenes de escuelas del milenio, niños balanceándose alegres en columpios o en bicicletas; viendo al cielo, llenos de esperanza, cabello volando al viento, personas con discapacidad conversando o riendo, comunidades indígenas, fiestas folclóricas,  madres con bebés en brazos, paisajes ecuatorianos – hay que apelar a ese orgullo de pertenecer, que tanto les gusta a los creativos publicitarios del correismo – y en el estribillo: “Si esto es una dictadura, es porque el corazón les está dictando” o “Si esto fuera una dictadura, sería la dictadura del amor, la dictadura del pueblo, patria y revolución”.

No sé si es sorpresa la reacción primera, pues este gobierno y su aparato de comunicación es cada vez menos sorprendente. No sé si es indignación, ira o incomodidad. ¿Nos están diciendo que en efecto, vivimos en una dictadura, pero que es una dictadura buena, y por lo tanto, se justifica? ¿Saben realmente qué significa dictadura? (Si no lo saben, ahí está la definición de la RAE). 

¿La historia de América Latina y del mundo entero no nos ha demostrado ya que una dictadura implica vejaciones, violaciones a los derechos humanos, familias enteras desaparecidas, interrogatorios con tortura incluida, persecución, encarcelamiento, asesinatos, campos de trabajos forzados, niños robados e historias marcadas para siempre? 


Como la memoria es frágil, recordemos algunas cifras que dejaron las dictaduras. Con Franco en España: más de 140 mil desaparecidos, dos mil fosas comunes y un número que oscila entre 50 mil y160 mil personas asesinadas. Con Pinochet en Chile: 40 mil víctimas de prisión, tortura, muerte o desaparición. En Argentina, solo el testimonio de Videla, confirmó la muerte de "siete mil u ocho mil personas",  sin mencionar los miles de niños desaparecidos por los que han luchado durante décadas las Madres de Mayo. Con Trujillo en República Dominicana: 50 mil personas asesinadas, con Somoza en Nicaragua, la cifra de víctimas alcanza cien mil entre torturados, desaparecidos y asesinados. Esas son dictaduras. Eso significa una dictadura. 


Comprendiendo el significado de la palabra, resulta ofensivo ese spot - que muy probablemente se paga con recursos de todos los ecuatorianos -,  es insultante ver cómo lo promocionan en Twitter los ministros y funcionarios de estado a través de las cuentas institucionales y de las suyas personales. 


El intento grotesco de darle la vuelta a la palabra dictadura nos pone frente a la disyuntiva de comprender si quienes están detrás del spot realmente creen que los ciudadanos somos idiotas o si a fuerza de vender la idea de un país perfecto durante los últimos siete años, ya no distinguen lo que es trabajar para posicionar de forma positiva un proyecto político versus insultar la inteligencia de todo un país.





¿De dónde sale un spot que busca purificar no solo el significado, si no también la carga emotiva, de la palabra dictadura? 

Este gobierno ha sido criticado por diversos sectores por tener prácticas que se alejan de la democracia, como las actitudes arbitrarias por parte del mandatario hacia ciudadanos comunes (el caso más reciente es el del estudiante Luis C., pero no olvidamos el del cantante popular Jaime Guevara o el de la periodista tildada de "gordita horrorosa"), la utilización de recursos públicos para desprestigiar a quienes son considerados opositores del régimen, las dudosas actuaciones de la justicia en casos como Los Diez de Luluncoto o las sanciones desmedidas a medios de comunicación privados, por mencionar algunas. 


Que altos cargos del ejecutivo hayan pasado a ser cabeza de otras ramas del Estado también ha sido señalado como falta de independencia de los poderes, una de las características de las dictaduras: Domingo Paredes, pasó de la Secretaría del Agua a la presidencia del Consejo Nacional Electoral, Pedro Páez del Ministerio Coordinador de la Política Económica a la Superintendencia del Control de Poder de Mercado, Gustavo Jalkh ex Secretario Privado del Primer Mandatario y hoy Presidente del Consejo de la Judicatura. 

¿El objetivo de este spot es callar esas voces que tildan al régimen de dictadura, aceptando que sí lo es? ¿Busca convencernos que si Rafael es el líder, entonces todo lo que dirija - dictadura incluida - es bueno? Tal cual ese marido que le golpea a la mujer, pero "por su bien". ¿Tan dormidos estamos los ciudadanos como para no aterrorizarnos ante la posibilidad de estar en una dictadura, por más del corazón que ésta sea? ¿Tan acostumbrados estamos a un líder déspota, que arremete contra periodistas, estudiantes, indígenas, médicos, mujeres, homosexuales, jubilados, trabajadores, opositores y ambientalistas, pero por lo menos hace carreteras?


El mayor de los peligros siempre ha sido la indiferencia. Pensar que como no es directamente conmigo, entonces no me incumbe. Creer que puede haber un mesías, un salvador, un héroe "con los pantalones bien puestos", capaz de poner orden en el país como si de su casa se tratara: a los gritos, a las patadas, a las malas. Lo más grave que nos puede pasar es comportarnos con la misma sumisión con la que el hijo maltratado agacha la cabeza frente al padre violento, convenciéndonos de que por lo menos mantiene la casa. La "mejor" de las dictaduras nunca estará por encima de la peor de las democracias. Aunque intenten convencernos de lo contrario. Ya hemos visto antes los argumentos para justificar unas dictaduras y condenar otras, pero no, en las dictaduras se violan los derechos humanos, se asesina impunemente, se destruye toda la institucionalidad. ¿Es lo que queremos para nuestro país? ¿Podemos sonreír y alegrarnos por un spot que habla de dictadura en el Ecuador? 

Las palabras tienen fuerza. Las palabras construyen. Las palabras crean marcos de pensamiento, plantan ideas. De las ideas surgen acciones. Las palabras nos permiten soñar, imaginar, desear. Así que a cuidar bien esos deseos, esas palabras, esas ideas, no vaya a ser que se conviertan en realidad.


Sobre las dictaduras:


martes, 3 de febrero de 2015

Puta, la palabra. Puta, la realidad.

Cortesía bbc.co.uk
Con toda la polémica de la campaña de la concejala quiteña Carla Cevallos, me he puesto a pensar en la palabra puta. Dándole vuelta a mis ideas, se me cruzó el documental Mi novio, un turista sexual, realizado por Monica Garnsey, que muestra la dinámica de un hotel en Isla Margarita, Venezuela, cuyos huéspedes pagan 160 euros diarios,  y además del hospedaje y la alimentación, adquieren también una “novia”.  Tal cual. Una prostituta que juega el rol de la novia: tiene que acompañar al cliente a pasear, a almorzar, cuidarlo si se enferma, atenderlo en la cama y cumplir todas las exigencias propias del machismo.


Ver el documental me aterra. Sobre todo por el enfoque, no es como las películas de terror en las que se muestra la trata de mujeres, obligadas a prostituirse, maltratadas, golpeadas, violadas y drogadas para aguantar los abusos de sus captores y sus clientes. Aquí, las jóvenes y el empleador, si así se lo puede llamar, apelan a una "decisión", que le da el aire de voluntariedad. Aquí la mercancía no solo es el cuerpo, también lo son los sentimientos, las relaciones; en servicios como este, se ofrece la idea de que el amor se puede comprar y vender. 


Quienes compran el servicio son hombres treinta o cuarenta años mayores a las muchachas, con sobrepeso, con hábitos higiénicos cuestionables, como narra la documentalista. Hombres que se quejan porque una de las “novias” de alquiler tuvo su período en medio del intercambio comercial y se ve obligada a cancelar el trato con el cliente. Hombres que se quejan porque la “calidad y variedad” de las novias ha decaído. Hombres violentos. Hombres que no aman a las mujeres, que no ven en ellas a otro ser humano, que no valoran sus cuerpos ni sus almas.


Imagen tomada de: unreflejoenlaventana.blogspot.com

El propietario del hotel, que por supuesto, es un hombre, se considera un empresario, habla con la tranquilidad que solo le puede dar una conciencia retorcida, sobre los beneficios que tienen sus chicas, las novias, las prostitutas, como elijamos llamarlas. No se inmuta, no se ve como lo vemos del otro lado de la pantalla, con ese machismo repugnante, que hace de algunos hombres, los peores enemigos de las mujeres.

Y eso espanta. Esa calma pasmosa tras la violencia solapada. Ahí está el problema, pues desde mi punto de vista, en general, las campañas están orientadas a nosotras, las mujeres: no se vistan provocativo o las violan, no se emborrachen o las violan, no salgan solo con hombres, aunque sean sus amigos, o las violan, no conversen con hombres desconocidos, o las violan. Si infringimos alguna de estas sagradas advertencias y nos violan, entonces bien merecido lo tenemos, por putas.

Y ahí está la palabra puta, la de la polémica. La palabra que usan esos hombres machistas y deformados, cuando no les aceptamos una invitación a salir, cuando andamos en mini falda o escote, cuando ellos no nos atraen y se los decimos, cuando no somos hipócritas con respecto al sexo, cuando no nos dejamos intimidar por sus muestras de poderío, cuando no aceptamos sus desvalorizaciones. Puta es cualquiera que les rompa un esquema, cualquiera cuyo comportamiento sea reprochable desde su moral machista, cualquiera a la que no puedan pisotear.

Desde esa perspectiva, puta podemos ser todas. Pero no es así. La palabra que desvaloriza o pretende hacerlo, no es más que una palabra. Lo grave no es eso. La puta, como tal, vive una realidad mucho más dura que aquella que vivimos la mayoría de las mujeres que nos enfrenamos a situaciones de acoso en las calles, en las oficinas, en las universidades o en los propios hogares. La puta, en el término estricto, es aquella que vende su cuerpo. En la mayoría de los casos, porque cree que no tiene otra alternativa, porque ha sufrido algún tipo de abuso sexual a edad temprana, porque tiene dificultad para mantener a su familia, porque vive en una situación de vulnerabilidad permanente, porque hay un hombre dispuesto a comprar su cuerpo, porque hay otro, dispuesto a lucrar de ese cuerpo femenino que le pertenece mientras cobra por su uso, como si alquilara un bien. Las historias de prostitución son desgarradoras, por eso ser puta, no es insulto, ni mérito; es dolor.


La palabra no me escandaliza, no me ofende, no me insulta. Lo que sí me escandaliza, me ofende y me insulta, es la realidad detrás de ella. Me escandaliza la indiferencia ante todo tipo de violencia contra las mujeres, me ofende que discutamos si puta es muy grosero o muy ofensivo o muy legítimo, en lugar de estar discutiendo sobre formas de cambiar ese machismo que tanto daño le hace a las sociedades y que no solamente viene de los hombre, viene, en gran medida también, de nosotras, las mujeres, de nuestro juicio hacia aquellas que se comportan de forma distinta o que no comparten nuestra moral.


Somos una sociedad indolente ante la puta, porque decidió prostituirse; ante la joven violada por su mejor amigo, porque a quién se le ocurre salir a tomar con hombres por más amigos que sean; ante la mujer denunciando en una comisaría, porque algo le ha de haber hecho al marido para que le pegue; ante la joven que no puede caminar en paz por la calle sin ser morboseada en cada esquina, porque no debió vestirse así. Somos una sociedad indolente ante la realidad de la mujer a quien su jefe le arrincona cada que puede para proponerle favores sexuales y ante aquella que vive un infierno en su propia casa Somos indolentes y maleducados, porque ante la violencia, la culpa siempre será de la puta que lo provocó. Así que bien está, por puta.


La palabra no es el problema. Quizás la campaña sí, pues si nos tiene discutiendo sobre una palabra, en realidad no cumple su objetivo, que entiendo yo, es visibilizar esa violencia latente, tan cotidiana que a veces hasta se nos hace normal. ¿No será hora de empezar a pensar en campañas y mensajes hacia aquellos hombres violentos, abusivos y machistas? ¿No será de educar a nuestros niños desde pequeños, en respeto y amor hacia las mujeres? ¿No será de quitarle tanto juicio a la mujer y sus decisiones? Y es que puta o no puta, aún hay violencia, aún hay abusos, aún hay discrimen. 

La pelea está ahí, en hacer cumplir derechos, en educar, en dejar de repetir expresiones machistas para referirnos a otra mujer, en inmutarnos al ver maltrato, abuso o violencia, en hablar, en protestar, en denunciar. En no mirar a otro lado. En no callar.