lunes, 24 de septiembre de 2012

Las locas... ni tan locas




Algo en el texto “Cicatrices”, http://diatribasyplacer.blogspot.com/2012/09/la-cicatriz.html, escrito por uno de mis tuiteros favoritos, @JorDelgado no me gustó, es más llegó al punto de perturbarme. Lo leí y releí varias veces, tratando de entender qué me incomodó. Intenté ponerme en los zapatos de la chica a quien el tuitero en cuestión dejó tan mal, tan loca, y entonces mi incomodidad fue cobrando sentido, al pensar en el caso de muchos hombres que conozco, que aparentemente dicen no estar orgullosos de haber causado a una o varias mujeres, dolor y las mencionadas cicatrices, pero que en realidad, cuando escarbas un poco más en cada historia, parece que no solo están orgullosos, si no que sienten un secreto regocijo de haberles provocado tal dolor porque eso demuestra que los quisieron, quizás incluso más que ellos a ellas.

Es repetitiva la historia del hombre que deja a una mujer, quizás por otra, quizás simplemente porque no funcionó, quizás porque en efecto ella tenía comportamientos poco normales. Y a partir del abandono, ella pasa a tener el título de “loca”, y muchas de las mujeres que empezamos a salir con aquel que abandona a la “loca” nos creemos cuerdas y emocionalmente estables, al punto de llegar a sentir lástima y molestia por “la loca” que hace shows, que hace escándalos, que incluso llega a pegarse contigo, la que apenas está entrando en escena y que nada tiene que ver con su relación pasada. Pero ustedes caballeros, ¿se han cuestionado alguna vez cuál es su responsabilidad en el hecho de que sus novias, amantes, amigas con derechos, esposas, reaccionen de formas tan peculiares que hacen que todos las tildemos de locas? 

Debo confesar que en varias ocasiones me ha tocado uno de esos hombres. Esos que terminan con “la loca”. Uno de ellos, hace varios años, quizás el primero que conocí con ese defecto de la ex loca o así tildada, no se cansaba de describir las situaciones vergonzosas a las que su ex loca lo sometió, los insultos que profirió en mi contra, las escenas de celos que tuvo que soportar por el simple hecho de saludarme al cruzar un pasillo. Y claro, así contada la historia, la ex en cuestión no tiene otro calificativo que el de loca.

Me sucedió también esto de hacerme enemigas gratis. La loca con la que vaciló y que luego no podía dejar de lado lo sucedido, la loca que creyó que lo dejaba por mí, la loca que hizo escándalos públicos, la loca que se inventó una historia que no era. Ese montón de locas que hasta hoy escuchan mi nombre y se sienten insultadas. Como si fuera mi asunto, como si hubiese sido yo quien las abandonó, como si hubiese sido yo quien decidió poner fin a una relación que no era mía. Pues no, Yo siempre he sido la tercera ficha. La que entra en el juego cuando ya la loca es demasiado loca para caber en la vida de quien hasta hace poco le bajaba el cielo y las estrellas.  Me pregunto entonces si yo alguna vez he sido “la loca”. A pesar de que no se me dan los shows, no puedo armar operativos dignos de los equipos de élite de la policía, para comprobar que aunque terminamos, él está con “otra”, no me gusta mentir diciendo la verdad y menos podría enojarme con la nueva novia de aquel que queda en mi pasado, seguramente alguna vez me tildaron de loca. 

Leyendo el lado masculino de la cicatriz, se me aclara un poco el panorama. No es que son tan locas, no es que de un día para el otro necesitaron camisa de fuerza, no es que de la nada hacen shows y escándalo, no es gratis que insultan a quien ahora ocupa el lugar que ellas creen inamovible y reservado exclusivamente para sus desvaríos. No no no. Las mal llamadas locas son producto del hombre que tuvieron a su lado. De un hombre que las engañó o que les fue infiel o que les ofreció mucho y les dio poco, que fue tan hábil para saberlas amar y para saber cubrir todas sus necesidades, deseos, caprichos, ansiedades y faltas, y que de un día para el otro les dio la espalda, de cualquier forma en que se puede dar la espalda a alguien que se cree amada. Sin explicaciones, sin dramas, sin despedidas, solo con ausencia. Las locas son producto de eso. De que hoy, un hombre les dijo que las amaba, mirándoles a los ojos, se metió en su cama, las amó, las cuidó, las escuchó con paciencia, y al día siguiente se fue. Y cuando ellas despertaron, se dieron cuenta que ese hombre iba de la mano con otra, reía con otra, salía con otra, usaba las mismas frases cariñosas con otra, le regalaba las mismas caricias apasionadas a otra, le dedicaba las mismas canciones, le llevaba a los mismos lugares, se pavoneaba en las mismas redes sociales con la nueva adquisición como antaño lo hizo con ella, y a la pobre loca, ya ni siquiera le regala una mirada por caridad. Y entonces la loca, se convence (sin que necesariamente tenga razón) de que todo lo especial que se creía ella con su amado, era tan solo una técnica aplicable a toda mujer que el hombre en cuestión quiera enamorar, pues así, a punte detalles y alarde, cualquiera puede ser especial.

En esas condiciones de finales confusos, a medias, poco claros, llenos de evasiones, cualquier mujer queda frágil. Muchas tratan de defenderse, de hacer respetar sus sentimientos y lo hacen de la forma equivocada. Con shows, con llanto desmedido, con reclamos desproporcionados, con agresiones a las nuevas novias. Y quedan como locas porque gritan como locas, insultan como locas, lloran como locas y hasta sus rostros se vuelven como de locas. Pero no lo son. Son mujeres agredidas y ofendidas por tipos que jugaron sucio. Y no me voy a pegar con ellos para victimizarlas, pues dudo que estos hombres hayan querido lastimarlas tanto, dudo que lo planifiquen, que se ensañen con mujeres que quizás no amaron, pero con las que al menos compartieron besos, palabras y tiempo. 

Todos podemos querer salir con otros, estar solteros o simplemente hartarnos de nuestra pareja y querer separarnos. Lindo fuera que lo hagamos con la misma elegancia con la que hicimos la entrada en la relación. Y ese es el error de las “locas”, sus heridas son tan grandes que pierden el norte, por lograr que el que quiere irse, quiera quedarse, se dan mil y un veces contra la pared, y se rompen mil y un veces el corazón. Ellas más que ellos se provocan tantas heridas innecesarias.

Concuerdo con que las cicatrices son la prueba de que seguiste adelante después de un golpe. No me parece un consejo sensato no mostrar el enamoramiento. Primero porque en la cara de pendejos, se nos hace evidente (si, a ustedes también, señores), segundo porque sería absurdo ocultar algo que usualmente nos gusta vivir y tercero porque a la hora del enamoramiento, el juicio y el discernimiento es lo primero que se pierde. La cicatriz no es el problema, porque al final, pasa. Lo de paranoicas y de locas, nos queda solo si dejamos que un idiota nos cague la psiquis porque al final ¿la idiota es la que muestra que está enamorada o el que no sabe qué hacer con ese amor?

Así que las locas…, ni tan locas, caballeros.

1 comentario:

  1. Los que aquí se mencionan solo son el producto de un pensamiento donde la hombría se mide por cuantas mujeres tiene, sin saber que un hombre solo hace feliz a una mujer, Un verdadero hombre sabe apreciar la locura de una mujer donde el amar les hace libre, donde la belleza se busca dentro de la persona, donde la relación se basa en la seguridad y la confianza, no en su aspecto, aunque es gracioso la belleza se manifiesta de diferentes maneras, pero uno debe ser seguro de lo que quiere.

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